LA CIUDAD (II) – LUCES Y SOMBRAS DE UNA ETAPA

El tramo de la calle Real más próximo a la concatedral fue objeto de una profunda remodelación en la década de los cincuenta del pasado siglo XX (Archivo Histórico Provincial)

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A un técnico como el Ingeniero de Caminos Mariano Íñiguez García le sucedió en el sillón de la alcaldía un hombre del aparato del Movimiento y de marcado perfil político, Eusebio Fernández de Velasco.

Antaño los alcaldes eran elegidos a dedo. En la práctica era el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento el que formulaba la propuesta al Ministro de la Gobernación y este el responsable de oficializarla. Por eso era costumbre, salvo alguna excepción muy concreta, que también se dio, que con el cambio de poncio se produjera igualmente el relevo en la alcaldía de la capital.

En los primeros días del mes de marzo de 1952 el coronel del Ejército Luis López Pando sustituía en el Gobierno Civil de la Provincia al soriano Jesús Posada Cacho, que a su vez había sido designado para ejercer el mismo cargo en Burgos. Aún no se había cumplido un mes desde su toma de posesión cuando el todopoderoso nuevo mandamás hacía oficial el relevo en  la cúpula del ayuntamiento. Con Fernández de Velasco arrancaba una nueva etapa que duraría más de seis años en cuyo transcurso la ciudad experimentó, todo hay que decirlo, un notable avance por más que se abordaran actuaciones más que discutibles observadas desde el prisma de la actualidad, no tanto en aquellos momentos cuando las preocupaciones de los sorianos caminaban por los tortuosos senderos marcados por múltiples carencias que condicionaban seriamente la  gestión del día a día.

Bien entrados los años cincuenta se acometió uno de los más importantes y ambiciosos proyectos de la época como lo fue, sin duda, la urbanización y nueva alineación de las calles Caballeros y San Juan en el tramo comprendido entre la plaza de Mariano Granados y las traseras de la Casa Consistorial, una actuación que cambió la imagen de parte del centro de la ciudad complementada con la construcción del monumento al General Yagüe, impulsado a todo meter y al alimón por el gobernador López Pando y el alcalde Fernández de Velasco en detrimento de la coqueta plaza del Chupete. No mucho antes se había precedido a la demolición del tramo final de las casas de la calle Real, el más próximo a la concatedral,  en evidente estado de deterioro si es que no a todas luces inhabitable, una vez que buena parte de los residentes habían comenzado a ocupar las viviendas de la Barriada de Yagüe, como primera fase de una operación que originariamente, al menos eso se dijo, pretendía llegar hasta el ensanche del Collado, en la plaza de San Blas y El Rosel, la que en el lenguaje coloquial conocemos como de “la Tarta”.

Fueron aquellos años de importante actividad municipal. Entró en funcionamiento el servicio de teléfono automático para lo que además de levantar el pavimento del Collado con el fin de enterrar el cable fue preciso derribar la iglesia de san Clemente, en la plaza del mismo nombre, en una complicada y no menos curiosa operación desarrollada al alimón a espaldas del párroco por el alcalde Fernández de Velasco y el obispo Rubio Montiel que posibilitara erigir en el solar el edificio que necesitaba la compañía telefónica para ubicar los nuevos equipos. En consonancia con esta intervención se impulsaron además las gestiones que terminarían trasladando las dependencias de la Guardia Civil instaladas en el contiguo Palacio de los Ríos y Salcedo –el edificio que ocupa ahora el Archivo Histórico Provincial- al nuevo cuartel en la calle Eduardo Saavedra. Por otra parte, se inauguraban y comenzaban a funcionar con un más que notable grado de aceptación de los sorianos las modernas instalaciones del Soto Playa y algo más abajo, frente a la ermita de san Saturio, efectivos del recién llegado a Soria Batallón de Minadores, construyeron aquel funcional y no menos recordado puente de madera que evitaba tener que utilizar las pasarelas de piedra para cruzar el río de orilla a orilla. Además se procedía al cierre de un nuevo tramo de la Alameda de Cervantes, el comprendido entre la Escuela Normal y el final del Espolón, frente a la casa de Nicanor Manrique, más conocido por “el Blusas”, al tiempo que en el Alto de la Dehesa se desmontaba la Fuente de los Leones para ubicar en el espacio resultante el monumento a los Caídos del que se llevaba años hablando. Se ampliaba la Plaza de Abastos y el ayuntamiento cedía terrenos para construir la Oficina de Turismo –donde recientemente se ha instalado la maqueta de la ciudad- en la plaza de Ramón y Cajal, antiguamente de “la Leña”.

El mandato de Eusebio Fernández de Velasco pasó, no obstante, por momentos menos felices como la polémica suscitada en el seno de la Corporación a propósito de la llegada por primera vez a Soria de la Vuelta Ciclista a España, no apoyada inicialmente por él  y sí por una mayoría significativa de miembros del consistorio encabezada por los concejales Mariano Seseña Rojas y José Luis Villalba Briones, pero sobre todo  por el episodio de la gran movida de la noche del Lunes de Bailas del año 1953, con el Gobernador López Pando, su mentor, como objetivo de una de las más importantes protestas ciudadanas que se recuerdan.