DEL SURTIDOR DE GASOLINA AL AUTOSERVICIO

Gasolinera calle Fueros de Soria. AHPSo 23456a. Fondo Vives

La gasolinera de la calle Fueros en obras (Archivo Histórico Provincial. Fondo Vives).

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No hace mucho trascendía la noticia de la instalación y entrada en servicio de una nueva gasolinera en una de las grandes superficies comerciales dotada de las técnicas más modernas. La información lejos de tener una repercusión amplia ha pasado prácticamente desapercibida, algo impensable en tiempos pretéritos. Con independencia de la trascendencia que tiene para el usuario, la realidad es que el mero anuncio de las posibilidades del proyecto comercial que acaba de ponerse en marcha no llega ni de largo a los límites de lo cotidiano aunque ciertamente una mayoría significativa de sorianos no ha podido por menos que rebobinar la película del recuerdo de la Soria provinciana de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado cuando en la ciudad no había más que tres modestos surtidores de gasolina; nada que ver, como será fácilmente imaginable, con las actuales instalaciones que funcionan bajo el modelo de autoservicio en las que se dispensan los más variados productos independientemente de los carburantes, impensable cuando el suministro de la gasolina se efectuaba a través de aquellos rudimentarios aparatos –hoy pieza de museo, si es que queda alguno por ahí- que el empleado de turno se encargaba de hacer funcionar manualmente mediante un sistema de émbolo técnicamente muy parecido al utilizado en otros sectores del comercio, como por ejemplo el de ultramarinos, para servir el aceite de consumo humano durante los duros años del racionamiento.

Decíamos que en el casco urbano había instalados tres de aquellos viejos aparatos, los únicos: uno frente al Hotel Comercio, en la actual plaza de los Jurados de Cuadrilla, que dicho sea de paso entonces no tenía nombre, luego de que se produjera el traslado forzoso desde la aledaña de Mariano Granados del que resultó ser el primer surtidor de gasolina con que contó la ciudad a raíz de la construcción en los primeros años treinta de la conocida popularmente como plaza del Chupete según el proyecto del arquitecto municipal Ramón Martiarena. Surtidor, por cierto, que permaneció en su nueva ubicación hasta mediada la década de los cincuenta. Otro de estos artilugios –técnicamente postes- estuvo instalado en la calle Tejera a la altura del cruce de esta con la del Campo, cuando el entorno estaba todavía sin urbanizar, pues al tratarse de una carretera general era lugar de paso obligado del tráfico foráneo que tenía que cruzar la ciudad cualquiera que fuera su destino. Y hubo un tercero en los talleres y cocheras de Gonzalo Ruiz, al final de la calle Sorovega, junto a la plaza Mayor, también de atención al público exceptuado el periodo de la Guerra Civil durante el cual únicamente se dispensó carburante a los coches oficiales y a los de las empresas autorizadas.

Los nuevos tiempos trajeron la modernidad a esta actividad, de tal manera que todavía en el año 1947, el pleno del Ayuntamiento de la ciudad del 14 de agosto presidido por el primer teniente de alcalde, el farmacéutico Jesús Martínez Borque, conocía un escrito del industrial de esta plaza Gonzalo Ruiz Pedroviejo manifestando que había sido autorizada por la Compañía del Monopolio de Petróleos (CAMPSA) y por lo tanto solicitaba la construcción, dicho textualmente, de un edificio en los montes cercanos a la calle de las Cortes de Soria, próximos a la estación de tren Soria-San Francisco, la del Torralba, como era llamada en la época, en los que terminaría levantándose la gasolinera conocida comercialmente como de Los Doce Linajes, la primera y más antigua de cuantas siguen funcionando en la actualidad, en una encrucijada muy cerca del centro urbano situados en el momento. Así hasta que el domingo 22 de mayo de 1960 se inauguraba una “Nueva estación de servicio en Soria” –fue el titular de prensa-, llamada originariamente CICA en razón del nombre de su dueño, Ciriaco Caballero, que no fue sino la emplazada en la avenida de Valladolid, frente a los Cocherones de Obras Públicas, punto de partida de “la carretera de Madrid, frente a donde está señalada la explanación para seguir la carretera de circunvalación a empalmar con la de Logroño”, se explicó con detalle, aprovechando la ocasión para transmitir la idea del notable cambio que estaba experimentando la ciudad, al tiempo que se subrayaban los detalles de la nueva estación que bendijo el párroco del Espino, Teógenes Beltrán –don Teógenes-, y contó con la asistencia de directivos de la compañía del monopolio estatal expresamente desplazados desde Zaragoza y otras ciudades. Una instalación, esta que nos ocupa, “en la que podrán repostar toda clase de vehículos [pues está] dotada de modernísimos aparatos surtidores” lo que les permite “evolucionar cómodamente por los andenes de la nueva estación, igual a las recientemente instalados en Roma”, se llegó a decir con legítimo orgullo soriano. Dos años largos después, en el mes de noviembre de 1962, comenzaría a funcionar la de San Andrés, en el tramo intermedio de la carretera de circunvalación. Y más tarde la del Caballo Blanco en otro nudo estratégico a las afueras de la ciudad.