RINCONES PARA EL RECUERDO

Plaza de San Pedro. AHPSo 16145

La plaza de San Pedro, frente a la concatedral, en una imagen de los años cincuenta del siglo pasado (Archivo Histórico Provincial)

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No hace mucho que el paseo del Espolón y la plaza de Mariano Granados han sufrido una profunda remodelación, con polémica incluida, que han cambiado de arriba abajo la estética del centro de la ciudad. No es un caso aislado.

Suerte semejante corrió hace años la plaza del Salvador, con la demolición de la antigua iglesia y el anejo Hospital de Peregrinos –conocido coloquialmente por El Hospitalillo-. Y si se da un repaso somero  a los rincones que se han ido quedando por el camino –entiéndase desapareciendo- en el transcurrir del tiempo y el consiguiente, por obligado, cambio de cara de la ciudad hay que pasar necesariamente por la calle Real -en general por el Barrio de San Pedro- y el proyecto de demolición de las modestas y cochambrosas edificaciones abordado en el ecuador de la década de los cincuenta, que maquilló en su totalidad la imagen de uno de los barrios típicos, además de degradado; y menos mal que la actuación se quedó a medias porque la realidad es que la globalidad del proyecto contemplaba asimismo entrar a saco en la calle Zapatería y terminar en el ensanche del Collado, en la que desde hace unos años a esta parte conocemos como plaza de la tarta. Por aquel entonces también, los sorianos asistieron impasibles a la demolición de la iglesia de San Clemente, en la plaza de este nombre, para levantar en el solar resultante el edificio de la Telefónica, con lo que se perdió otro de los rincones castizos. Algo parecido le sucedió al tramo comprendido entre la plaza de Ramón y Cajal (en otros tiempos de La Leña) y las traseras de la casa consistorial, fruto del desarrollo de uno de los proyectos urbanísticos más importantes que se recuerdan en la historia reciente en el marco de la que se presentó como “la nueva alineación de una vía medular de ordenación urbana de Soria” pues, en efecto, tanto la calle de Caballeros como la plaza del Olivo y las calles de Rabanera (desde entonces San Juan de Rabanera) y Fuentes, hasta la plaza del Generalísimo (Plaza Mayor) recibieron un toque de modernidad a cambio de perder el acusado sabor que tenían. La plaza de La Blanca, entre las calles Numancia y Puertas de Pro, hace tiempo que perdió su singularidad, lo mismo que la cercana Plaza del Rosario y la calle de Santa María –particularmente la placita en la que terminaba, junto a la entonces carretera general- y, con mayor perspectiva, el amplio entorno que se extendía, por establecer una delimitación, desde el Campo del Ferial y la Tejera hasta la plaza de toros y Las Concepciones. Y, en fin, sin pretender agotar la relación quién no recuerda que del barrio conocido en los difíciles años de la posguerra como del Matadero Viejo, en las traseras de la Plaza de Abastos subiendo al convento de La Merced, el antiguo hospicio, para evitar equívocos, no queda ni rastro. Incluso la Plaza Mayor tampoco es la misma.