TRENES ESPECIALES

Andén principal de la estación Soria-San Francisco en una imagen tomada desde la actual Ronda de Eloy Sanz Villa (Archivo Histórico Provincial)

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No deja de resultar al menos curioso en estos tiempos que corren que algo tan cotidiano en otros territorios como hacer un viaje en ferrocarril, aunque sea de carácter extraordinario, en Soria constituya motivo de novedad.

Desde hace algunos años, el Ayuntamiento en colaboración con la compañía ferroviaria Renfe viene organizando desde la primavera hasta el otoño unos viajes en tren de fin de semana entre Madrid y Soria rememorando el viaje que realizó hace más de un siglo Antonio Machado para ejercer de profesor de francés en el Instituto que varias décadas después tomó su nombre. A este tipo de viajes organizados, al margen de los servicios ordinarios de la compañía ferroviaria, la Renfe los llamaba antaño “trenes especiales”. De manera que lo que hoy puede parecer una excepcionalidad, y sin duda lo es, al menos aquí, en otra época resultaba habitual o cuando menos relativamente frecuente.

En su momento Soria también se incorporó a una de las modas del momento en este campo como fueron los trenes especiales de viajeros cuando del ferrocarril se trataba. En efecto, un tren especial trajo a Soria desde su base en Guadalajara al Batallón de Minadores Zapadores, desembarcando en la desaparecida Estación Vieja, la de San Francisco, una tarde muy fría de los primeros días del mes de diciembre del año 1950, desde la que en medio de una gran expectación desfiló hasta el ya entonces viejo y destartalado cuartel de Santa Clara, donde permaneció algunos años.

Por aquel entonces también, aunque unos meses antes y por motivos muy distintos, llegó a Soria otro tren especial. Eran los años legendarios del Numancia y su primera temporada en Segunda División. El Zaragoza, con la vista puesta en su vuelta a Primera, tenía que jugar en Soria un partido aparentemente fácil frente al combinado soriano que se afanaba por salvar la categoría. Todo ello se tradujo en la notable expectación que suscitó el encuentro no solo en Soria sino también en la capital aragonesa. A tal extremo de que en Zaragoza se organizó un desplazamiento especial por ferrocarril, en el que según reflejaron las crónicas viajaron alrededor de dos mil personas y eso que la meteorología el día del partido fue auténticamente invernal, por otra parte la propia de un 5 de febrero de los de antaño, es decir, frío, lluvioso y en muchos momentos con chubascos de nieve, que por lo visto restaron una afluencia mayor de seguidores aragoneses al partido que ganó 2-1 el Numancia contra el pronóstico.

Once años más tarde, en 1961, el viaje fue a la inversa. También con motivo de un compromiso futbolístico del Numancia no tanto para medirse al Zaragoza como a otro equipo de la capital maña, el Amistad, el gran rival de los sorianos en aquella Tercera División que el cuadro rojillo quería abandonar a toda costa sin que finalmente consiguiera el propósito. Bien, pues en el vetusto campo de Torrero debía disputar el Numancia un encuentro decisivo para sus aspiraciones el 19 de marzo. Fue tal el interés que levantó el partido que la Renfe no dudó un instante fletar un tren especial, que resultó un éxito. Sólo en ferrocarril viajaron a Zaragoza a primera hora de la mañana de aquel día de San José 1.100 sorianos en un convoy compuesto por trece unidades (vagones) y dos máquinas, o lo que es lo mismo “195 metros de tren”, según el titular del reportaje que publicó el viejo Hogar y Pueblo con la firma de Joaquín Alcalde, es decir, uno mismo. El punto de partida fue la desaparecida Estación Vieja y el de destino la del Campo Sepulcro en Zaragoza. El viaje (ida y vuelta) costó 100 pesetas (0,60 euros) en 3ª, 156 (0,94 euros) en 2ª y 214 (1,29 euros) en 1ª. Después del partido, que por cierto terminó con empate a uno, el regreso a Soria, también a la Estación de San Francisco, todavía con unos años, no muchos, de vida por delante.

Y aunque no tuvo la consideración de tren especial propiamente dicho hubo uno que no dejó de constituir en Soria un verdadero acontecimiento –hasta los colegios dieron fiesta- por más que en el transcurrir de la historia de la ciudad haya quedado en anécdota. En efecto, a las doce menos veinte de la mañana del jueves 2 de febrero de 1950 llegó a la Estación de Cañuelo (la conocida por los sorianos como Nueva en la época), procedente de Burgos, el tren “Talgo”, el no va más entonces.

Tanto acontecimiento y tanta expectación para poco más de diez minutos que fueron los que estuvo parado el tren en el andén de la estación del Cañuelo, antes de continuar ruta a Castejón y Pamplona, y dejar a los sorianos con una cara de bobos que no podían con ella, porque obviamente el invento no volvió a circular por aquí.