COMERCIOS DE TEJIDOS

El comercio de Redondo y Jiménez, en el Collado con vuelta a la plaza de San Esteban, uno de los más reputados de la época (Archivo Histórico Provincial)

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En cualquier sector y actividad, desaparecen comercios tradicionales y surgen otros nuevos,. En los primeros, en los de toda la vida, queremos fijar nuestra atención, concretamente en aquellas viejas y entrañables tiendas (comercios) de tejidos, de las que apenas queda alguna y las contadas que continúan abiertas han evolucionado para acomodarse a las necesidades de la moderna sociedad de consumo. De entre las que se recuerdan, quizá la única que ha sobrevivido sea la de Camilo Sainz, al comienzo de la calle Numancia subiendo desde la plaza de Herradores, que regenta en la actualidad su nieto Adolfo, del mismo apellido. En realidad es la quinta generación desde que en 1850 la fundara el tatarabuelo de este, Dionisio Sainz. Un comercio de los más reputados en la época que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y a cambiar la venta de paños, mantas y tapabocas por la lencería y la ropa de hogar aunque, eso sí, sin renunciar a la oferta tradicional. Porque los demás han desaparecido. Es el caso, por ejemplo, de los Almacenes de Evaristo Redondo –la antigua Casa Ridruejo-, en el corazón del Collado, frente al Torcuato, que comenzara a funcionar en 1878, en los que se vestía la gente chic (sic) y tenía “cortador de alta costura”, según un promocional de los años cuarenta del siglo pasado. Lo mismo que sucedió con el comercio del Sobrino de Samuel Redondo, en Marqués del Vadillo, muy próximo a la plaza de Mariano Granados, conocida como del Chupete por sucesivas generaciones de sorianos, en el local en el que funciona en la actualidad un moderno y frecuentado establecimiento de hostelería, que anunciaba sus secciones de pañería, tejidos, confecciones, camisería y alta sastrería y tenía la casa central en Sevilla. Y, por supuesto, con los Almacenes de Redondo y Jiménez, en la confluencia de la calle del General Mola (el Collado) con la plaza de San Esteban, que además de los tejidos y confecciones al uso contaba con secciones de muebles, artículos de viaje y piel, mercería, objetos de regalo y perfumería.

Promocional de Casa Megino (archivo Alberto Arribas)

 Una firma acreditada era también Casa Megino, “la más surtida en su ramo”, al final del Collado, en la confluencia con las Puertas de Pro, que presentaba un “completo surtido en artículos de entretiempo [e invierno] para señora y caballero, en todas sus clases” con secciones de pañería, camisería, mantas, algodones, confección, géneros de punto, tapicería, colchas y calzados. Del mismo modo que lo fueron la tienda de Ángel del Amo, asimismo en la arteria principal de la ciudad con fachada a la plaza de San Esteban, que daría paso al recordado comercio de Nuevas Galerías; enfrente la de “Los zamoranos”, junto al emblemático bar Argentino, como la que acaba de citarse, en el Collado, aunque orientada al Banco de España, que se distinguía por contar “con grandes surtidos en camisería con su especialidad en corte y confección [además de] géneros de punto y altas novedades en vestidos para niños”; y la recoleta y entrañable de Anastasio Sánchez, muy cerca del casino, dirigida a un público muy distinto.

          En cualquier caso, la oferta la completaban otros locales quizá sin el renombre de los que se han citado pero no por ello menos considerados que a cambio presentaban especialidades muy del gusto del consumidor, como podía ser el caso de “Mi tienda”, en Marqués del Vadillo (mirando hacia la plaza de Herradores), o el negocio de merecería y tejidos de Fermín Domínguez (“la antigua casa de las lanas”) en la Plaza Mayor, si es que no la mercería-camisería de Gregorio Jiménez, al comienzo del Collado (General Mola en aquel momento), que junto a géneros de punto, ofertaba fajas para señora y medias de seda finas, un “inmenso surtido de corbatas con las últimas novedades y en vanguardia de las últimas creaciones”, y productos de bisutería y perfumería.