FOTÓGRAFOS DE ANTAÑO

El gabinete de Foto Estudio estuvo al final del Collado junto a la desaparecida Puerta del Postigo (Archivo Histórico Provincial)

_____

En la década de los cuarenta y los cincuenta del pasado siglo XX no solo no abundaban los fotógrafos con taller estable en la capital sino más bien al contrario, eran contados, de tal modo que podían recordarse de memoria; la foto de estudio era la que se llevaba entonces.

Tras la guerra civil, y luego de una convulsa trayectoria pero no por ello menos fecunda y de reconocida reputación en los círculos profesionales del país, como bien ha recordado el estudioso y especialista Tomás Pérez Frías en uno de sus últimos trabajos, Aurelio Pérez-Rioja de Pablo, abrió de nuevo su gabinete en la calle Marqués del Vadillo, 13 con entrada por la antigua Plaza de la Leña (actual de Ramón y Cajal), anunciando su “especialidad en ampliaciones”, que cerraría por cese en la actividad pocos años después, en marzo de 1947. Por aquel entonces funcionaba asimismo el gabinete de Foto Estudio, quizá el más representativo de esta concreta especialidad en consonancia, sin duda, con el nombre comercial, instalado en el Collado (General Mola en la época), en el primer piso del edificio cuya planta baja ocupa ahora una entidad bancaria y en aquel momento –en el inmueble anterior- la tienda de Calzados Lapuente y la peluquería de caballeros de los hermanos Ballesteros. El laboratorio Carrascosa, que bien con la firma de sus dueños cuando no con la del empleado y fotógrafo Tiburcio Crespo y en una etapa más reciente con la del también asalariado e igualmente profesional Julián Maestro, trabajaba desde una perspectiva diferente, y quizá más popular y representativa de lo que fue la ciudad, fue durante tiempo el de referencia hasta el punto de que sus fondos son en la actualidad algo así como el santo y seña de un tramo importante de la historia moderna de Soria a los que necesariamente no queda más remedio que acudir ante cualquier tema relacionado con lo local que se pretenda abordar acaecido en la primera mitad del siglo pasado.

Fue en el ecuador de los cincuenta –año más o menos- cuando se estableció Salvador Vives en un local situado encima del emblemático bar Torcuato. Se trataba de un piso con entrada por la calle del Instituto, para trasladarse más tarde al número 19 del Collado en un espacio interior anejo a la conocida tienda de golosinas –de chuches se dice hoy- de La Bollera, en el que estuvo ejerciendo el oficio hasta su jubilación. En el transcurso de su dilatada trayectoria profesional por su estudio pasó lo mejor de lo mejor de la sociedad soriana sin perjuicio de que Salvador Vives fuera también habitual colaborador gráfico del entonces trisemanario Campo Soriano y dejara constancia en sus páginas de los acontecimientos más relevantes de la época. Sin olvidarnos, ni mucho menos, de Ulises Blanco y de su taller también en el Collado compartiendo tarea con su hermana Redención; algo parecido cabe señalar de Florián Montoya, instalado en las Puertas de Pro, con la particularidad de que en este caso ejerció en momentos puntuales la fotografía ambulante, a la que preferentemente se dedicaron, entre otros, los igualmente sorianos Octavilo, Juan Izquierdo, Cecilio Pérez y Carmelo Rojas; en todo caso, la oferta se ampliaba en las fiestas de San Juan y las ferias de ganados con la llegada de profesionales de fuera de la capital, como el popular señor Serrano, originario de Cataluña aunque afincado en Yanguas, e incluso de la provincia, que asimismo solían acudir con asiduidad.