LA CÁRCEL VIEJA Y LA DE LA CALLE LAS CASAS

Fachada principal de la prisión de la calle Las Casas (Joaquín Alcalde)

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Después de unas semanas de inactividad volvemos retomar el pulso de este Sitio de temas sorianos.

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En tiempos, hasta al verano del año 1961, en que se inauguró el Centro Penitenciario de la calle de Las Casas, entonces en las afueras de la ciudad, en una zona que comenzaba a desarrollarse, la cárcel de Soria ocupaba parte del cochambroso inmueble de lo que, desde comienzo de la década de los noventa en que abrió por primera vez sus puertas tras rehabilitarlo la Junta de Castilla y León, es el moderno pero ya insuficiente y desde el primer momento poco funcional Centro Cultural Palacio de la Audiencia, cuyas obras de ampliación, por cierto, no acaban de llegar por más que hace ya la tira que se anunciaran con la pompa a que se nos tiene acostumbrados.

La vieja cárcel estuvo compartiendo las pobrísimas y tercermundistas instalaciones del vetusto caserón con el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción –el único que había- y la Fiscalía; el Juzgado Municipal y el Registro Civil se encontraban en otro edificio, en la avenida de Navarra, en condiciones que tampoco eran las más idóneas.

Pero para que la cárcel tuviera nueva sede y fuera un establecimiento acorde con las necesidades de la época tuvieron que pasar bastantes años. Mediada la década de los cuarenta ya se estaba con las expropiaciones de los terrenos. Sin embargo, aún tendrían que pasar tres largos años para que el Ministerio de Justicia aprobara su construcción, momento en el que “el Excmo. Sr. Gobernador civil de la provincia [Jesús Posada  Cacho] al ser visitado ayer (20 de junio de 1949) por los periodistas, después de realizar durante estos días varias gestiones, les manifestó lo siguiente: Las obras para la construcción de la nueva Prisión Provincial han sido adjudicadas a don Joaquín del Campo, conocido especialista en este tipo de edificaciones. Tanto el Director general de Prisiones como el personal a sus órdenes están dando las máximas facilidades para que las obras puedan iniciarse el próximo 18 de Julio”, dijo el periódico de referencia. Y efectivamente el día de la Fiesta Nacional de aquel mismo año se colocaba la primera piedra de la “Casa Prisión” en la “explanada de Santa Bárbara, camino de Las Casas”, a la que “terminado el acto religioso celebrado en la iglesia de Santo Domingo se desplazaron autoridades, jerarquías, representaciones y un numeroso público”. El obispo Rubio Montiel revestido con los ornamentos pontificales bendijo la primera piedra y colocó las primeras paletadas de argamasa el citado Gobernador civil.

Hubo que esperar, no obstante, hasta los primeros días del mes de agosto del año 1961 para que las obras se dieran por terminadas y se procediera a la bendición e inauguración de las nuevas instalaciones según el boato y la práctica de entonces, en medio de un desacostumbrado alarde informativo de los periódicos que alabaron sin fisuras la iniciativa y mostraron “su gratitud al Gobierno de la Nación porque haya dotado a la capital de la provincia de un nuevo y buen edificio que viene a ornamentar el barrio alto de la ciudad”, como fue el caso de Hogar y Pueblo, nada sospechoso de ser precisamente pro gubernamental, más bien todo lo contrario, que, sin duda, fruto de la intensidad del momento y del estado de ánimo del redactor de la información, se deshizo en elogios e incluso se aventuró a hacer público algún que otro augurio -por su propia naturaleza muy difícil de cumplir-, que como era de suponer se quedó en eso, en la efusión más propia de un deseo que de una posible realidad. El coste total de las obras ascendió a 15 millones de pesetas (90.000 mil euros).

La flamante cárcel –con las modernas instalaciones y sistemas de seguridad, se dijo- quedaba en el extrarradio de la ciudad, completamente fuera del núcleo urbano, algo más arriba de las huertas de Vicente Álvarez, que todavía representaban el límite de la ciudad por el Norte, detrás de la calle de la Tejera con una configuración notablemente diferente respecto de la que ofrece hoy. El barrio de la Florida no existía o empezaba a adquirir el aspecto que conocemos, como tampoco el de Santa Bárbara, donde no sólo no había apenas edificaciones sino que incluso en las eras los agricultores todavía llevaban a cabo las faenas de recolección y servían de ferial del ganado vacuno, ni desde luego la actual Rota de Calatañazor donde algunos años más tarde surgió la zona de discobares, e incluso las inmediaciones de la iglesia de Santo Domingo presentaban un aspecto del que no queda más que el recuerdo.