CUANDO LA VIRGEN DE FÁTIMA VINO A SORIA

Misa de enfermos en la Plaza Mayor,  entonces del General Franco

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La gran noticia del año 1948 para los sorianos fue la recordada visita que el entonces Jefe del Estado Francisco Franco hizo el 23 de agosto a la capital, día en que la Diputación Provincial, le hizo entrega de la medalla de oro de la provincia. Fue, sin duda, el hecho más destacado del ejercicio. De todos modos, ese mismo año se produjo el anuncio a bombo y platillo de la construcción del túnel de Piqueras que unos meses antes de la visita del Caudillo había hecho público el Gobernador Civil Jesús Posada Cacho, quizá para preparar el terreno, y la aprobación del proyecto de construcción de la Barriada de Yagüe. Y, por cambiar de rumbo, tampoco pasó desapercibida la conmemoración del cincuenta aniversario de la fundación en la ciudad de la Comunidad de las Siervas de Jesús, cuya marcha de la ciudad hemos conocido hace unas pocas semanas.

Pero junto a todos ellos tuvo una especial relevancia, y es asimismo bien recordado por los más mayores del lugar que se decía antaño –entonces unos niños-, la llegada y estancia en Soria de la Santísima Virgen del Rosario de Fátima los días 11 y 12 de octubre de ese mismo año en el que no dejó de constituir uno de los mayores y más celebrados acontecimientos religiosos y de todo tipo de la época. No hay más acudir a la hemeroteca y al periódico Campo, todavía sin el añadido de Soriano en la cabecera, pero en cualquier caso el de referencia de aquel momento, para tomar conciencia de la verdadera dimensión de un evento que sacó a la gente a la calle y no dejó indiferente a nadie. El titular de apertura a toda plana lo resume bien: “Soria tributa triunfal recibimiento a la Santísima Virgen de Fátima”. Porque, en efecto, según el entonces trisemanario de la Hermandad Sindical Provincial de Labradores y Ganaderos, “a las ocho de la noche [del lunes 11 de octubre de 1948] hizo su entrada triunfal en nuestra ciudad [la imagen de la Virgen siendo] recibida entre los aplausos y vivas de la muchedumbre que se hallaba congregada en los paseos de la carretera de Valladolid”. En la ciudad se concedió tal importancia a la visita de la Virgen de Fátima que “desde el pueblo de Carbonera fue acompañada la venerada imagen por las autoridades civiles y militares de Soria, presididas por el Excmo. Sr. Gobernador civil”, según recogió el citado periódico. Ya en la capital, al descender la talla de la carroza que la transportaba, la Banda Municipal de Música interpretó el Himno Nacional al tiempo que “la muchedumbre prorrumpió en entusiastas vivas y aclamaciones” y concejales y fieles se encargaron de llevarla en hombros desde la ermita de Nuestra Señora de la Soledad hasta la Plaza del General Franco (la Plaza Mayor), donde fue “colocada en un artístico altar instalado en el arco central del edificio del Ayuntamiento, que aparecía brillantemente iluminado”, jalonado por dos tribunas que ocuparon las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, señaló Campo, que no escatimó detalles del acontecimiento y de la parafernalia que se montó en torno a él para dar mayor realce a un cargado programa de actos que gozó del fervor popular. Pues, en efecto, todos ellos, tuvieron una respuesta masiva y un profundo sentimiento religioso. Desde la bienvenida en la Plaza Mayor, donde el alcalde de Soria leyó el acto de Consagración de la ciudad al Purísimo Corazón de María, hasta la celebración final en la ermita del Mirón, al día siguiente, con la que concluyó el itinerario de la Virgen de Fátima por tierras sorianas, pasando por la Salve popular cantada por todos los fieles que llenaron totalmente la primera plaza de la capital, la Vigilia de la Adoración Nocturna en la iglesia de la Mayor –en la que la imagen fue venerada durante toda la noche-, y el Rosario de la Aurora, a las seis de la mañana del día siguiente, que discurrió por las calles del General Mola (Collado), Estudios, Tejera, Ferial, Marqués del Vadillo, Ramón y Cajal, Caballeros, Rabanera, Fuentes y General Franco, y congregó a varios miles de personas, del tal manera que cuando la Cruz que abría la marcha se hallaba ya en la Tejera “todavía la imagen de la Virgen estaba en la plaza del General Franco”.

Sin embargo, uno de los actos más emotivos fue la llamada misa de enfermos oficiada en la Plaza Mayor por el abad Santiago Gómez Santa Cruz la mañana del día del Pilar (12 de octubre) que constituyó, sin duda, la mayor manifestación de fervor hacia la Virgen y requirió un gran despliegue de medios fundamentalmente sanitarios, pues no en balde los cerca de 300 pacientes que asistieron a la celebración litúrgica fueron convenientemente instalados en el centro de la plaza -abarrotada de público, con gente incluso en los balcones-, al cuidado de enfermeras, religiosas y camilleros de Cruz Roja acompañados de médicos y practicantes, al frente de todos los cuales se encontraba el Inspector de Sanidad, Narciso Fuentes.