EL CUARTEL DE SANTA CLARA (y II)

Tropa formada en el Cuartel de Santa Clara en los años ochenta (Alberto Arribas)

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En aquel Cuartel de Santa Clara que, se insiste, conoció uno en avanzado e irreversible estado de deterioro, hacía ya tiempo que no había guarnición como tal. Pues una vez que se marchó el Batallón de Minadores y las instalaciones se quedaron vacías, el recinto pasó a acoger en exclusiva los órganos ya citados administrativos de la Administración Militar y excepcionalmente –entre mediados del mes de marzo, por San José, y finales de junio, San Pedro- una sección de la Parada de Sementales del Ejército, con sede en Burgos, establecida esta en un pabellón que tampoco existe ya en la zona sur del recinto, en la calle Santa Clara, junto a la muralla. Porque tropa, como tal, no existía, a no ser que pueda considerarse como tal la veintena –no más- de soldados de reemplazo que cumplían el servicio militar, y obviamente los correspondientes jefes militares destinados en las dependencias dedicados a las tareas administrativas de gestión a que se ha hecho referencia.

De la veintena de soldados, la mayoría de la capital, únicamente no más de media docena eran los que tenían fijada la residencia permanente en el cuartel. Los demás vivían en sus domicilios particulares desde los que acudían cada mañana a las oficinas en las que estaban destinados. Al mediodía, terminada la jornada de trabajo, volvían a su casa y salvo que tuvieran que cumplir con el turno de vigilancia de atención telefónica no se recuerda ninguna otra obligación.

Los soldados residentes en el cuartel pernoctaban en el dormitorio habilitado en la planta baja del edificio del Gobierno Militar (la mal llamada ahora “La Casona”). La cocina –y comedor anejo- se encontraba ubicada en un pabellón que ya no existe paralelo a la calle Antolín de Soria desde la que cada mediodía, una vez estaba la comida a punto y antes de servirla a los soldados se la llevaban, en lo que se conocía como “la prueba”, al Coronel y Gobernador Militar. En el piso superior del inmueble estaban las oficinas del Gobierno Militar atendidas, en cuanto a efectivos, de manera semejante a las de la Zona y la Caja.

Por lo demás, en la etapa a la que nos estamos refiriendo, en el Cuartel de Santa Clara no se recuerda que se celebraran actos castrenses propiamente dichos como pudieran ser el izado y arriado de la bandera, sin duda los más socorridos, pues la enseña ondeaba de manera permanente. Aunque si se quiere ser preciso acaso cabría señalar como acto castrense la visita oficial del Capitán General de la V Región Militar, con sede en Zaragoza, a la que pertenecía la provincia de Soria, en cuya ocasión sí formó delante del edificio del entonces Gobierno Militar una escuadra que le rindió honores para la que, por cierto, hubo que recabar y poner a punto el armamento. Y un par de ellos más: uno, cuando siguiendo la costumbre un piquete de soldados dio escolta al Santo Sepulcro durante la procesión de la tarde/noche del Viernes Santo; el otro, el día del Corpus para cumplir con idéntico cometido, esta vez con el Santísimo.