LA CASA DEL TALIBESAY

 

La casa de Ángel del Amo, donde estuvo el café-bar Talibesay anteriormente el del Recreo (Archivo Histórico Provincial)

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Se trata de uno de los edificios de siempre de la ciudad. Si por lo de siempre se entiende que ha sobrevivido a las últimas generaciones. Está en el centro de la capital, en un punto estratégico de paso casi obligado en la rutina del día a día. Un mirador privilegiado desde el que sin moverse es posible asistir tanto al siempre entretenido trajín de la vida diaria como a los acontecimientos que vive la ciudad. Si antaño llamaba la atención en el conjunto de la arquitectura urbana por la línea novedosa que presentaba, en la actualidad no es que pase desapercibido pero tampoco suscita un interés especial. En cualquier caso, viene a otorgar una personalidad definida a esta zona céntrica de la población, rayana con la que ahora conocemos y llamamos Casco Histórico, si es que no forma ya parte de él, siendo uno de los inmuebles emblemáticos de Soria, de los que inevitablemente se toman como referencia. Es, según la doctora Monserrat Carrasco García, uno de los ejemplos de la arquitectura doméstica del urbanista Martiarena destinada a las clases acomodadas que tuvo sus momentos de auge en el albor de los años treinta del pasado siglo. Para la estudiosa, tal vez la expresión más clara y rotunda de este movimiento sea el edificio de estilo vanguardista que en el año 1934 encarga Ángel del Amo Ropero al arquitecto municipal Ramón Martiarena en la calle Marqués del Vadillo 17 y 19, un lugar ciertamente estratégico –más o menos como ahora- pues, como subraya Carrasco, la construcción se emplazaba junto al acceso de la entonces conocida como carretera de Madrid o, si se prefiere, avenida de Ruiz Zorrilla (la actual avenida de Navarra), que era la salida hacia las estaciones de tren de San Francisco y del Cañuelo de aquella Soria de tamaño reducido que aún le costaría superar la línea que trazaban por el poniente el Paseo del Espolón y el Museo Numantino. Sea como fuere, la realidad es que para construir el inmueble, que todavía continúa en pie después de haber sido objeto de alguna que otra intervención posterior de mantenimiento más o menos importante y su correspondiente lavado de cara, el último no hace mucho, se hizo necesario derribar previamente el anterior, en el que estuvo el emblemático Café del Recreo, uno de los establecimientos de referencia de la época. En el solar resultante fue erigido, por tanto, el edifico actual de cinco plantas –en aquel momento, uno de los más altos de la ciudad- con tres fachadas, orientadas a la calle Marqués del Vadillo y a las plazas de Mariano Granados y de Ramón y Cajal, lo que no dejaba de constituir una singularidad. Destinado la mayor parte a viviendas, en los bajos abrió en 1935 el Café-Bar Talibesay, otro de los mitos de este tipo de locales, en el que se forjaba una buena parte de la historia diaria de la pequeña capital de provincia. Por cierto, en él, en el Talibesay –Isabelita al revés- tuvo su primera sede social el equipo de fútbol del Numancia tras su refundación en el año 1945. Cerró el Talibesay en los primeros días del mes de mayo de 1947 y los locales pasó a ocuparlos el Banco Español de Crédito (Banesto), que abandonaba la sede que había venido utilizando desde abril de 1928 cuando abrió sus oficinas en parte de los bajos del Palacio de los Condes de Gómara, concretamente en las dependencias existentes entre la puerta principal de acceso a la sede actual de los Juzgados y el arco del mismo nombre que comunica a través de tan transitado pasaje la calle Aguirre con la Plaza de Abastos (de Bernardo Robles en el callejero). En cualquier caso, el emblemático edificio de las tres fachadas ha pasado también a la historia de la ciudad por ser, entre otras muchas cosas, el recordado lugar del que partía los domingos del verano el microbús –por darle un nombre- a la ermita de San Saturio, que permitía sus usuarios asistir a la misa matinal, y a diario la añorada Central, que posibilitaba la comunicación del centro urbano con la Estación Nueva, la del Cañuelo. Y, en fin, como quien dice hasta ayer mismo, el autobús que subía a la Barriada, la única línea de transporte urbano de que disponíamos los sorianos para movernos por la ciudad. Desde hace unos años, la planta baja del inmueble la ocupa una oficina de la Caja Rural.

EN TORNO A LA AMPLIACIÓN DE «LA MILAGROSA»

 

El Centro de Salud de La Milagrosa (web saludcastillayleon)

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Hace unas semanas los sorianos nos desayunamos con una noticia, que pareció caída del cielo porque de ella no ha vuelto a decirse ni una palabra más, y resulta extraño, acerca de la ampliación del Centro de Salud de La Milagrosa, para que nadie se pierda, el ubicado en Nicolás Rabal, en parte de los terrenos de la antigua Huerta de San Francisco. Se ofrecieron algunos detalles de la obra a acometer, que para los ciudadanos de a pie reunían todos los ingredientes de estar ante un jeroglífico.

De confirmarse la “misteriosa” noticia que, repetimos, no tuvo la ampliación a que habitualmente nos tienen acostumbrados los gabinetes de propaganda de los organismos públicos, se estaría ante un despropósito más que añadir a cuantos se vienen cometiendo ante la cada vez más alarmante pasividad de la sociedad soriana, que lo da todo por asumido.

Sin irnos del ámbito de la sanidad o de la salud, como se prefiera, llevamos años asistiendo a uno de los mayores y claros despropósitos que se conocen como lo es, sin duda, la eterna ampliación del Hospital Santa Bárbara –para los sorianos mayores, La Residencia- que está resultando el cuento de nunca acabar, por su ubicación en lo más parecido a una trampa de bastante mal gusto que para colmo por el norte pone fin al casco urbano, porque detrás no hay más que el barranco que conduce a la finca de la Fuente del Rey, por no entrar en las serias y complicadas dificultades que plantea no solo poder llegar desde cualquiera de los barrios de la ciudad sino incluso circular por el entorno, que es toda una aventura.

Pues con el Centro de Salud de La Milagrosa ocurre algo parecido, que a mayor abundamiento aparece materialmente arrinconado detrás del antiguo Hospital Provincial, luego Colegio Universitario (CUS), agravado con las obras que llevan tiempo acometiéndose en este para habilitarlo como hotel.

Podrá decirse, y no sin razón, que las obras que se van a llevar a cabo en La Milagrosa son en un edificio ya construido, con bastantes años en funcionamiento en una zona del centro de la ciudad especialmente saturada de servicios y, en los últimos tiempos, con el añadido de las incomodidades del tráfico rodado. Pero dicho sea con visión de futuro, que sigue brillando por su ausencia y ni lo hubo cuando se proyectó, ¿no hubiera sido preferible construir un edificio de nueva planta en otro espacio, que sin duda lo hay, que resultara más funcional para los usuarios y, sobre todo, con la accesibilidad de que en la actualidad carece para quienes a diario  tienen la ineludible necesidad que acudir a él?

EL EDIFICIO DE SANIDAD

 

Edificio del Instituto Provincial de Sanidad (Archivo Histórico Provincial)

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Cuenta la profesora Monserrat Carrasco en su obra “Arquitectura y Urbanismo en la Ciudad de Soria. 1876-1936” que en el año 1935 comenzaba finalmente a materializarse el ensanche de la Vilueña, junto a la hasta ese momento casi solitaria casa chalé de Román Carnicero, en la plaza de Mariano Granados, y comenzaba a tomar la configuración que tiene la calle de Nicolás Rabal, entonces conocida como el “solar de los Gándara”, un espacio, este último, vinculado a la historia del deporte local pues en las pistas construidas en los solares del incendiado palacio del marqués de la Vilueña fue donde en los años veinte los sorianos jugaron por primera vez al tenis. De manera que surgieron las primeras edificaciones y más tarde, ya en la posguerra, el edificio del Gobierno Civil (reconvertido con posterioridad en Subdelegación del Gobierno por los vaivenes de la política), por más que su construcción –“suspendida como consecuencia de nuestro Glorioso Movimiento Nacional”, según una publicación de marcado tinte oficial- viniera gestándose desde los años treinta del siglo pasado.

Pues bien, el primer tramo de esta calle céntrica en el lateral sur del Parque de la Dehesa lo completó, ya en la segunda mitad de los cuarenta, el edificio del Instituto Provincial de Sanidad, un inmueble que después de más de setenta y tantos años de estar en funcionamiento sigue conservando la imagen con que se proyectó, si bien no debe pasarse por alto que en el transcurso ha sido objeto de sucesivas intervenciones de conservación tanto las fachadas –que aparentemente no han sufrido modificaciones sustanciales- como las dependencias interiores para garantizar su mantenimiento y adaptarlas a los diferentes usos que ha tenido. De ahí, que el inmueble siga siendo conocido por el Instituto Provincial de Sanidad, o Sanidad a secas, que de las dos maneras se le conoce.

El edificio de Sanidad es una de las construcciones típica de los primeros años de la posguerra con que el Régimen del General Franco dotó a la capital soriana. Pues, en efecto, hace setenta y ocho años, el periódico local Duero –Diario de Falange Española Tradicionalista y de las JONS- anunciaba en su número del 26 de marzo de 1944, con un titular a tres columnas, que “Soria poseerá un magnífico edificio para el Instituto Provincial de Sanidad”, a partir del cual ofrecía los detalles pormenorizados del proyecto, redactado por el mismo arquitecto que por aquel entonces había firmado también el de la nueva sede de la Delegación de Hacienda –de construcción inminente-, Arturo Contreras, “de ganado prestigio”, se cuidó de subrayar la referencia; la información la ilustraba un dibujo de la que sería fachada principal, es decir la orientada a la Calle Nicolás Rabal, y el mensaje esperanzador de que una vez terminada la obra la instalación “nos coloque en el aspecto sanitario a la altura de las mejores provincias españolas”.

Fue esta, sin duda, una de las grandes actuaciones abordadas por el Estado en una época de carencias marcada por las dificultades de todo tipo que acechaban a la sociedad de la posguerra. Y en poco más de tres años la sanidad soriana contó con una moderna y bien dotada instalación que acogió a los dispensarios antituberculoso, antivenéreo, de higiene mental, infantil y maternal junto con consultorios de varias especialidades y servicios de laboratorio y de ambulancia además de las dependencias administrativas correspondientes, incluída la Casa de Socorro a pesar de que las competencias fueran del ayuntamiento.

El caso es que a mediados del mes de abril de 1944 comenzaba la construcción y el jueves 4 de septiembre de 1947 el ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, que llegó a Soria la víspera, inauguraba las flamantes instalaciones, “desde cuya fecha el Instituto cumple plenamente su función, destacando su influencia en todos los ámbitos de la capital y provincia, ya que los pacientes acuden en gran número a las distintas especialidades del mismo”, recogió algunos años después la publicación oficial Realizaciones del Movimiento en Soria, dentro del capítulo “Breve catálogo de las principales obras ejecutadas y en ejecución”, fechada el 1 de octubre de 1951. El coste del edificio, incluido el material sanitario, importó la cantidad de 2.862.000 pesetas. Una cifra muy importante situados en el momento.

 

LA CIUDAD, «PATAS ARRIBA»

La calle Alfonso VIII y la avenida de Navarra en una imagen que no volveremos a ver después de la peatonalización (Joaquín Alcalde)

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Circular por la ciudad, sobre todo si se hace en coche, es una auténtica aventura. A los enormes y destartalados autobuses urbanos (verdaderos armatostes) que proliferan por nuestras calles, casi siempre vacíos, que tantas molestias causan a los peatones y especialmente a los conductores, hay que unir una retahíla de obras que, incluso para el ciudadano que pretender moverse a pie por el núcleo urbano, suponen tener que salvar un conjunto de incomodidades que crecen a diario, como las setas en otoño.

La circulación en sentido doble por Nicolás Rabal, con los servicios públicos tan utilizados que alberga, es ejemplo palmario de lo que no debe ser el tránsito compartido de vehículos y peatones en el desmedido intento de peatonalización ¿? a que tiene sometida a la ciudadanía desde hace tiempo el equipo de gobierno municipal de la ciudad.

En todo caso, si, por ejemplo, frecuentar la zona de Santa Bárbara, la del hospital y su entorno, resulta de suyo complicado, sobre todo si coincide con los horarios de salida y entrada de los colegios próximos, cuanto ni más con el momento álgido de la actividad que genera por sí mismo el centro sanitario, hacerlo por cualquiera de los demás barrios de la ciudad tampoco es que resulte precisamente tarea fácil. Pues, en efecto, el tramo final de la avenida de Valladolid, hasta lo glorieta del Caballo Blanco, se encuentra en obras; lo mismo que la entrada a la ciudad por la estación de ferrocarril del Cañuelo, que por lo que se nos ha contado van para largo, en tanto que las obras en el Puente de Piedra están a punto de comenzar. Y hoy mismo se han anunciado otras que afectarán la zona de la carretera de Logroño y a la entrada a la ciudad por la antigua carretera de Zaragoza.

En el centro urbano ocurre algo parecido, pues a las obras peatonalización de la calle Alfonso VIII, la avenida de Navarra y la calle Linajes, que comenzaron semanas antes de las fiestas de San Juan y apenas ofrecen avances significativos, hay que unir las que se están acometiendo en el entorno de La Arboleda, en la calle Doctrina a causa del aparcamiento subterráneo, sin olvidar las de la plaza del Carmen, que tampoco es que destaquen por la celeridad. Hasta la calle de San Benito se ha sumado últimamente a la lista.

De modo que con el añadido de alguna incidencia puntual, que viene a complicar cierto que temporalmente –lo que suele durar la reparación de la avería- el panorama, bien puede decirse que la ciudad se encuentra “patas arriba”. Todo ello con los más variados y pobres argumentos de los responsables municipales de que se hace con fondos europeos, condicionados por los plazos de ejecución, o se trata, según una vieja reivindicación que viene de décadas, de la cesión al municipio de los tramos de las antiguas carreteras nacionales a su paso por el núcleo urbano; vamos que según pregonan para que se escuche bien no cuestan un euro a las arcas municipales. Eso sí, con las socorridas, además de rutinarias e innecesarias, disculpas a la población por las molestias que se le puedan ocasionar.

En fin, y yendo al grano, cuando está a punto de cumplirse el primer cuarto del siglo XXI, ¿tan difícil resulta programar las actuaciones de manera bastante más coherente de lo que se están haciendo, de modo que circular por la ciudad, o simplemente moverse por el centro urbano, no suponga hacerlo con los riesgos que a puro de eternizarse en el tiempo los ciudadanos acabamos asumiendo con la más absoluta normalidad?

LA PATRONA DE LA GUARDIA CIVIL

 

Compañía de la Guardia Civil formada frente a la iglesia de Santo Domingo el día del Pilar  de 1950 (Archivo Joaquín Alcalde)

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Con el final de las fiestas de San Saturio se abre un nuevo tiempo para los sorianos. Es cuando de verdad comienza el curso, y no solo el lectivo, que desde hace algunos años arranca con anterioridad. Sin embargo, a la semana siguiente se produce un pequeño receso con motivo de la fiesta del Pilar, que sirve para tomar el impulso definitivo y encarar el invierno.

La festividad del Pilar ha tenido tradicionalmente una repercusión social importante en la ciudad. El día de la Virgen del Pilar –Fiesta de la Hispanidad en el ámbito civil- era una fecha destacada del calendario, de precepto en lo religioso, con la obligación de ir a misa, y recuperable en el mundo laboral, es decir que no se trabajaba, siguiendo la disposición de la Delegación Provincial de Trabajo, pero que por ineludible obligación había que compensar a base de prolongar la jornada diaria una hora más los días laborables inmediatamente siguientes a la fiesta que la motivaba. Era una fecha, en fin, la del Pilar, en la que tradicionalmente celebraban conjuntamente su patrona –cuando menos la ceremonia religiosa- la Guardia Civil, los funcionarios de Correos y Telégrafos y los Cuerpos de la Administración Local, aunque con el transcurrir del tiempo lo hicieron por separado para terminar desapareciendo estas dos últimas, siquiera con la notoriedad de antaño. El escenario de la celebración central,  que no era sino el oficio litúrgico, fue cambiando con el paso del tiempo, sobre todo cuando cada uno de los colectivos decidió hacerlo por separado. Hasta entonces –al final de los cuarenta y comienzo de los cincuenta- lo habitual era acudir a la iglesia de Santo Domingo, en la que, como ocurrió el 12 de octubre de 1950, a las once de la mañana el R.P. (Reverendo Padre) José B. Biaín (el popular y recordado padre José), vicario –en aquel momento- de los Franciscanos, ayudado por sus compañeros de congregación los padres Luis Ruiz de Luzuriaga y Saturnino Nalda, ofició el santo sacrificio de la misa, que fue “cantada magistralmente por las religiosas clarisas”, según la referencia de un periódico de la época, que desarrollaba la información señalando que “el altar estaba artísticamente adornado, y a la imagen de la Virgen del Pilar servía de fondo una bandera nacional. Rindió honores –añadía- un piquete de la benemérita. A la misma –entiéndase la misa- asistieron representaciones de los centros militares, oficiales, docentes y de la Prensa local y numerosos fieles. Finalizado el santo sacrificio las autoridades presenciaron el desfile de las fuerzas de la Guardia civil, que desfilaron con toda marcialidad”, concluía la reseña informativa, complementada con un breve añadido dejando constancia de que “después de asistir a la misa que se celebró en Santo Domingo, los oficiales de la Guardia civil, retirados, conmemoraron la festividad de su excelsa Patrona la Virgen del Pilar reuniéndose en fraternal banquete en un acreditado restaurante de esta capital”.

Los nuevos tiempos han traído aires renovadores porque ahora, desde no hace mucho, la fiesta de la Guardia Civil, al menos el acto con mayor trascendencia pública, se celebra de unos años a esta parte en el centro de la ciudad; de las otras dos más bien poco, o nada, se ha vuelto a saber.

 

BECERRADA CON DIVERTIDAS MOJIGANGAS

Arado del ruedo, previo a la suelta de vaquillas de San Saturio (Archivo Histórico Provincial)

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En tiempos no tan lejanos las celebraciones de las fiestas de San Saturio se circunscribían a los cinco primeros días del mes de octubre y excepcionalmente uno más, el 6, si se daba alguna circunstancia especial, que no solía ser lo habitual. De tal manera que aunque el ayuntamiento distribuía con antelación suficiente el programa de actos entre los vecinos de la ciudad, la costumbre, que dicho sea de paso se viene conservando mediante el boletín que se edita ad hoc, casi resultaba ociosa porque en la ciudad se conocía de memoria la oferta festiva.

Hace ya tiempo que se rompió la rigidez de la programación que había venido siendo una de las notas de las conmemoraciones en honor del santo anacoreta. Antaño no faltaba en el programa la ceremonia religiosa de vísperas como tampoco la llegada a la desaparecida estación de ferrocarril Soria-San Francisco de la banda militar de música y la elevación de globos aerostáticos y grotescos el día de San Saturio a mediodía en la plaza Mayor (entonces del Generalísimo) después de la solemne misa de pontifical en la Colegiata, por citar algunas. Y, sin pretender ser exhaustivos, cada año aparecía asimismo la tarde del día 5 la tradicional becerrada en la plaza de toros “con divertidas mojigangas” que ha dado paso a lo que ahora se presenta como suelta de vaquillas a secas, festejos ambos que sin entrar en mayores consideraciones vienen a ser en la práctica lo mismo por más que lo de las divertidas mojigangas lejos de responder a un estereotipo acuñado tuviera soporte histórico.

Corría el año de gracia de 1843 y todas las provincias españolas celebraban grandes festejos en honor de S.M. la Reina de las Españas Isabel II. Soria también quiso hacer extensible su entusiasmo hacia la egregia dama y el ayuntamiento a pesar de que tenía cerrado el programa de las fiestas de San Saturio se vio en la necesidad de prolongar las celebraciones un día más, que comenzó con una solemne misa y Te Deum invitando a las corporaciones y autoridades. Pero parecía obligado que la ampliación de la oferta festiva trascendiera a lo profano y se pensó en desarrollar un espectáculo desconocido para la mayoría –se dijo entonces-, que era el de ver ejecutar todas las tareas del labrador para preparar la tierra y sembrarla. Se trataba de una promesa de vecinos de la ciudad y del barrio Las Casas que cumplieron una vez finalizado el rito religioso. De modo que sin más se presentaron en la plaza de toros con “dos hermosas yuntas de mulas lujosamente enjaezadas y otra de bueyes con todos los aperos propios cubiertos de pintura, llevando sobre una caballería la semilla, que [en realidad] era un saco de confitura. Hecha la presentación –refiere el relato histórico- y dirigiéndose el jefe de todos ellos al Consistorio pronunció vivas a S.M. (Su Majestad), la Constitución, Religión, Cuerpo municipal y autoridades, dando la orden pertinente a su cuadrilla, “que con toda propiedad y desembarazo ejercitó su oficio, sin omitir circunstancia alguna”. A partir de ese instante el ruedo quedó cubierto por la dulce semilla soltándose a continuación un toro que igualmente habían ofrecido y fue lidiado en medio de la muchedumbre que se afanaba en recoger la confitura extendida. Cuentan las crónicas que “complacientes hasta al extremo, los buenos labradores repitieron por la tarde la misma operación para contentar a varias personas que no la habían presenciado por la mañana”. El gremio de confiteros, por su parte, desparramó por la plaza y los tendidos “cantidad de dulces” presentando otro toro que fue rifado después de la función y entregado el producto obtenido a las religiosas de la ciudad. Lo mismo hicieron el Colegio de Abogados, escribanos y procuradores cediendo el beneficio de la res a la cuna de Expósitos, y el Gremio de Herreros, Sastres, Pescadores, Zapateros, Albañiles y Tratantes en carnes uno cada uno, arrojando cohetes a la salida y llenando los intermedios con maniobras de sus respectivos oficios. “Hasta los jóvenes contribuyeron a los festejos trayendo un novillo a su costa”, y uno más la Milicia Nacional cuyo producto después de rifado se destinó a la adquisición de prendas de uniforme. El Gremio de Carpinteros ofreció hacer de su cuenta las luminarias que se necesitasen en las cuatro noches de las fiestas. Y, en fin, el Instituto de Medicina, Cirugía y Farmacia presentó un añojo que fue lidiado por chicos de corta edad con los ojos vendados portando vejigas atadas a un palo y la recompensa de un premio por cada golpe que sacudiesen al novillo, el beneficio que produjo la venta de la res se donó a los pobres del Hospital civil de Santa Isabel. Durante más de un siglo se mantuvo la esencia de esta tradición que al cabo de los años ha derivado en la “suelta de vaquillas en la plaza de toros” de ahora. Suelta de vaquillas de la que en este 2023 nos quedamos con las ganas, sin que se haya explicado el verdadero trasfondo de la suspensión que, con más que probable seguridad, no es el que se ha dicho y sí con el sacrificio de las reses una vez finalizado el festejo, que es lo que leyendo entre líneas se pretendía evitar. Uno sabe de lo que habla. Pero aquí nos quedamos.

 

BANDA DE MÚSICA MILITAR EN SAN SATURIO

 

Concierto de una banda de música militar en la Plaza Mayor (Archivo Histórico Provincial)

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Las fiestas de San Saturio han ido evolucionando de manera casi permanente. Atrás queda, si se deja llevar uno por lo emocional, la desaparición de festejos tan arraigados como la elevación de los globos aerostáticos y grotescos en la Plaza Mayor, el día de San Saturio, al regreso de la comitiva de autoridades a la Casa Consistorial luego de haber asistido a la solemne función religiosa de pontifical en la entonces colegiata y con posterioridad concatedral de San Pedro, cuando no otros actos, con muy diferente grado de consolidación y aceptación en el acontecer festivo, que fueron apareciendo y desapareciendo bien por simple conveniencia, capricho o compromiso sin más, si es que no por necesidades de programación, la excusa más socorrida. De manera que en el transcurso de los años se han visto afectadas por las más diversas circunstancias no solo celebraciones profanas sino también actividades lúdicas y de carácter cívico y religioso. Es el caso, entre estas últimas, de la función de vísperas, un acto rodeado de solemnidad y boato que tenía lugar en la colegiata la tarde anterior al día de San Saturio, con las naves del templo a rebosar, a la que asistían la Corporación Municipal bajo mazas junto con la Hermandad del Cabildo de Los Heros, y actuaba la Soldadesca. Muy populares y seguidas por el público soriano fueron también en su momento las actuaciones de grupos de danzas locales de la Sección Femenina en los últimos tiempos; del mismo modo que las carreras de motos de velocidad por el centro de la capital o –por irrelevante que pueda parecer en la realidad actual- el desencajonamiento de los toros que iban a lidiarse en la corrida del día 3 que también figuraba en el programa oficial como un festejo más.

Pero es bien recordada, sobre todo, la actuación en las celebraciones festivas de una banda militar de música que hacía las delicias de los sorianos; una tradición que venía de antaño y que, con interrupciones más o menos prolongadas, estuvo siendo una práctica habitual hasta final de los años sesenta, como veremos más adelante. Cual no sería el grado de complicidad de la población con la banda militar –así se la conocía en la ciudad-, y la expectación que suscitaba, que su llegada a Soria constituía, sin duda, uno de los atractivos de la jornada de vísperas con la categoría de acto oficial, pues aparecía incluida en el programa, hasta el punto de que su primer desfile por el Collado, nada más recalar, sacaba a la calle a la mayoría de los sorianos. En cualquier caso, la formación militar no dejaba de ser un complemento de nuestra siempre querida Banda Municipal pues cada una tenía sus respectivos compromisos aunque en determinados momentos y actos intervinieran las dos e incluso ofrecieran actuaciones conjuntas, que también solía ocurrir.

Así vino ocurriendo durante bastantes años, en alguna ocasión con la banda de la División 51, de Zaragoza, si bien la habitual solía ser la del Regimiento de San Marcial número 7, que llegó a considerarse como de casa, hasta que un buen día –puede que fuera al final de la década de los cuarenta y comienzo de los cincuenta- se acordó prescindir de la agrupación foránea. La costumbre volvería a retomarse a la fuerza, ya en los años sesenta, cuando el ayuntamiento que presidía el conocido abogado Alberto Heras Hercilla decidió cortar por lo sano y cargarse la Banda Municipal con la fundada excusa de que encarecía el presupuesto hasta dejarla reducida a la cifra ridícula de no más de una docena de músicos en el mejor de los casos, los que tenían la condición de funcionario y, por tanto, eran de plantilla. De modo que no quedó más remedio que volver a las andadas y recurrir, en esta ocasión, a la Banda de música del Ministerio del Ejército hasta tanto pudo normalizarse la grave situación planteada, que no fue sino un brevísimo paréntesis.

 

EL COLEGIO MENOR MASCULINO

El Colegio Menor de Juventudes «General Yagüe», comúnmente conocido como Colegio Menor Masculino (Archivo Histórico Provincial)

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La creación al comienzo de los años sesenta en una zona emergente de la ciudad, como era la del alto de San Francisco, del oficialmente denominado Colegio Menor de Juventudes “General Yagüe” –a efectos prácticos conocido como el masculino para no confundirlo con el otro, el de las chicas-, o sea, el hoy llamado Residencia Juvenil Gaya Nuño, junto al Polideportivo de la Juventud, exactamente en uno de los ángulos del solar triangular de la que había sido Huerta de San Francisco, que el ayuntamiento cedió a la Delegación Provincial de Juventudes, supuso un elemento innovador en la oferta de este tipo de instalaciones hasta entonces desconocidas en Soria. Muy pocos años después se construyó el femenino, el Antonio Machado, en la plaza de José Antonio (en la actualidad de Odón Alonso), delante de las desaparecidas Casas del Ayuntamiento –nunca del Castilla, como habitualmente se las llama con el más absoluto desconocimiento de la Soria de la época-, o lo que es lo mismo, frente a la que fue fachada principal del campo de deportes de San Andrés, pero las expectativas que suscitó –aun siendo importantes- no fueron ni de largo las que despertó el otro, sin duda por encontrarse éste ya en pleno funcionamiento.

El acuerdo de construcción del Colegio Menor –el masculino- trascendió a los sorianos en los últimos días de enero de 1963 cuando tras una reunión de la Comisión Provincial de Servicios Técnicos (una especie de Consejo de Ministros de ámbito provincial para decidir y gestionar las necesidades de las corporaciones locales) que presidía el Gobernador civil, celebrada un sábado por la tarde, se anunció, junto a algunas otras importantes inversiones en la provincia, una de ocho millones de pesetas, “después de laboriosas gestiones llevadas a cabo por la Delegación Provincial de Juventudes y el gobernador civil y jefe provincial [del Movimiento, Eduardo Cañizares] que en su día encontraron el apoyo unánime por parte de la Diputación provincial, el Ayuntamiento [de Soria] y veintiuna corporaciones locales” (en su mayoría de la zona de pinares, por lo que se dijo) luego de haber sido autorizadas éstas, como era preceptivo, por la Dirección General de Administración Local del Ministerio de la Gobernación.

La información, en cualquier caso, tenía mayor alcance, o dicho de otro modo, el asunto estaba lo suficientemente maduro cuando se dio a conocer. Porque, en efecto, además del importe de la partida para la ejecución del proyecto ya se dijo taxativamente aquel mismo día que el Colegio Menor “será regentado por la Organización Juvenil Española y será destinado para aquellos alumnos que realicen estudios de enseñanza oficial en nuestra ciudad”. Y más aún, se anunció la capacidad de 200 plazas y que “probablemente empezará a funcionar el próximo curso 1964-1965”, es decir, año y medio después.

No se cumplieron las previsiones marcadas para la apertura –más o menos como viene ocurriendo ahora con cualquier realización que se anuncian- pero en el otoño de 1966 el proyecto era una realidad. Lo recordaba Benito Hernández, Jefe de Estudios del Colegio Menor de Juventudes “General Yagüe”, en un artículo publicado hace años en la Revista de Soria en el que hablaba de la importante función a desarrollar por el centro haciendo referencia expresa a actividades muy concretas como por ejemplo “Sus Fiestas de Primavera” que eran, sin duda, el emblema para la proyección exterior que se necesitaba en una época de cambio, al menos aparente, al tiempo que subrayaba que “como el Pabellón Polideportivo [de la Juventud, que estaba a punto de inaugurarse] tendrá siempre un singular valedor, como en su día tuvo promotor, en la persona del Delegado Provincial de Juventudes D. Blas Carretero García”.

CUANDO LA VIRGEN DE FÁTIMA VINO A SORIA

Misa de enfermos en la Plaza Mayor,  entonces del General Franco

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La gran noticia del año 1948 para los sorianos fue la recordada visita que el entonces Jefe del Estado Francisco Franco hizo el 23 de agosto a la capital, día en que la Diputación Provincial, le hizo entrega de la medalla de oro de la provincia. Fue, sin duda, el hecho más destacado del ejercicio. De todos modos, ese mismo año se produjo el anuncio a bombo y platillo de la construcción del túnel de Piqueras que unos meses antes de la visita del Caudillo había hecho público el Gobernador Civil Jesús Posada Cacho, quizá para preparar el terreno, y la aprobación del proyecto de construcción de la Barriada de Yagüe. Y, por cambiar de rumbo, tampoco pasó desapercibida la conmemoración del cincuenta aniversario de la fundación en la ciudad de la Comunidad de las Siervas de Jesús, cuya marcha de la ciudad hemos conocido hace unas pocas semanas.

Pero junto a todos ellos tuvo una especial relevancia, y es asimismo bien recordado por los más mayores del lugar que se decía antaño –entonces unos niños-, la llegada y estancia en Soria de la Santísima Virgen del Rosario de Fátima los días 11 y 12 de octubre de ese mismo año en el que no dejó de constituir uno de los mayores y más celebrados acontecimientos religiosos y de todo tipo de la época. No hay más acudir a la hemeroteca y al periódico Campo, todavía sin el añadido de Soriano en la cabecera, pero en cualquier caso el de referencia de aquel momento, para tomar conciencia de la verdadera dimensión de un evento que sacó a la gente a la calle y no dejó indiferente a nadie. El titular de apertura a toda plana lo resume bien: “Soria tributa triunfal recibimiento a la Santísima Virgen de Fátima”. Porque, en efecto, según el entonces trisemanario de la Hermandad Sindical Provincial de Labradores y Ganaderos, “a las ocho de la noche [del lunes 11 de octubre de 1948] hizo su entrada triunfal en nuestra ciudad [la imagen de la Virgen siendo] recibida entre los aplausos y vivas de la muchedumbre que se hallaba congregada en los paseos de la carretera de Valladolid”. En la ciudad se concedió tal importancia a la visita de la Virgen de Fátima que “desde el pueblo de Carbonera fue acompañada la venerada imagen por las autoridades civiles y militares de Soria, presididas por el Excmo. Sr. Gobernador civil”, según recogió el citado periódico. Ya en la capital, al descender la talla de la carroza que la transportaba, la Banda Municipal de Música interpretó el Himno Nacional al tiempo que “la muchedumbre prorrumpió en entusiastas vivas y aclamaciones” y concejales y fieles se encargaron de llevarla en hombros desde la ermita de Nuestra Señora de la Soledad hasta la Plaza del General Franco (la Plaza Mayor), donde fue “colocada en un artístico altar instalado en el arco central del edificio del Ayuntamiento, que aparecía brillantemente iluminado”, jalonado por dos tribunas que ocuparon las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, señaló Campo, que no escatimó detalles del acontecimiento y de la parafernalia que se montó en torno a él para dar mayor realce a un cargado programa de actos que gozó del fervor popular. Pues, en efecto, todos ellos, tuvieron una respuesta masiva y un profundo sentimiento religioso. Desde la bienvenida en la Plaza Mayor, donde el alcalde de Soria leyó el acto de Consagración de la ciudad al Purísimo Corazón de María, hasta la celebración final en la ermita del Mirón, al día siguiente, con la que concluyó el itinerario de la Virgen de Fátima por tierras sorianas, pasando por la Salve popular cantada por todos los fieles que llenaron totalmente la primera plaza de la capital, la Vigilia de la Adoración Nocturna en la iglesia de la Mayor –en la que la imagen fue venerada durante toda la noche-, y el Rosario de la Aurora, a las seis de la mañana del día siguiente, que discurrió por las calles del General Mola (Collado), Estudios, Tejera, Ferial, Marqués del Vadillo, Ramón y Cajal, Caballeros, Rabanera, Fuentes y General Franco, y congregó a varios miles de personas, del tal manera que cuando la Cruz que abría la marcha se hallaba ya en la Tejera “todavía la imagen de la Virgen estaba en la plaza del General Franco”.

Sin embargo, uno de los actos más emotivos fue la llamada misa de enfermos oficiada en la Plaza Mayor por el abad Santiago Gómez Santa Cruz la mañana del día del Pilar (12 de octubre) que constituyó, sin duda, la mayor manifestación de fervor hacia la Virgen y requirió un gran despliegue de medios fundamentalmente sanitarios, pues no en balde los cerca de 300 pacientes que asistieron a la celebración litúrgica fueron convenientemente instalados en el centro de la plaza -abarrotada de público, con gente incluso en los balcones-, al cuidado de enfermeras, religiosas y camilleros de Cruz Roja acompañados de médicos y practicantes, al frente de todos los cuales se encontraba el Inspector de Sanidad, Narciso Fuentes.

LA AVENIDA DE NAVARRA, ANTES DE RUIZ ZORRILLA

 

La avenida de Navarra en su confluencia con la calle Alfonso VIII (Archivo Histórico Provincial)

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De toda la vida, es un decir, la calle que partiendo de la plaza de Mariano Granados, conocida popularmente por los mayores del chupete, por la fuente que hubo en el centro, terminaba en la avenida de Mariano Vicén, es decir, frente a la entrada de la desaparecida estación de tren Soria-San Francisco (la Estación Vieja, según se la conoce comúnmente en la actualidad), siempre ha sido y sigue siendo, por supuesto, la avenida de Navarra, denominación que no deja de tener su historia.

Pero curiosamente no siempre ha sido avenida de Navarra pues anteriormente lo fue de Ruiz Zorrilla, en recuerdo del político republicano nacido en El Burgo de Osma que llegó a ocupar la presidencia del Consejo de Ministros. El cambio de denominación se produjo en plena Guerra Civil, concretamente en 1937, como un acto más del denso “programa oficial” de “Conmemoración del [primer] aniversario del glorioso movimiento salvador en Soria”, tituló el periódico local El Avisador Numantino en su edición del lunes 14 de julio de 1937. Este mismo rotativo ofrecía una amplia referencia del acto de cambio de denominación de la avenida de Ruiz Zorrilla por el de Navarra en el número correspondiente al miércoles 21 de julio. Se transcribe tal cual lo recogió el periódico:

“HOMENAJE A NAVARRA. A las nueve de la noche del lunes [19 de julio de 1937] se celebró en la Avenida de Ruiz Zorrilla con extraordinaria brillantez y asistencia de numerosísimo público la solemne ceremonia de dar a aquella importante calle el nombre, como prueba de cariño, adhesión y gratitud a la región hermana.

Asistieron al acto los excelentísimos señores Gobernadores Civil y Militar de la provincia, Alcalde la ciudad y otras autoridades.

La Banda Municipal interpretó diversas composiciones, entre ellas “La Canción del Soldado” que fue acogida con grandes aplausos.

El Gobernador civil de la provincia D. Ramón Enrique Casado pronunció ante la multitud un brillante discurso rindiendo fervoroso homenaje a Navarra, la españolísima comarca que fue la primera en incorporarse al glorioso Movimiento salvador de la Patria, para desterrar del suelo español a las hordas comunistas.

Recuerda el Sr. Casado aquella fecha memorable, ahora hace justamente un año, cuando llegó a Soria de valerosos y heroicos Requetés que  días después enfrentáronse contra los enemigos de España en la Sierra de Guadarrama.

Trata de la abnegación, sacrificio e insuperable valor de los navarros en la Santa Cruzada y exhorta a los sorianos para que imiten tan ejemplar como patriótica conducta.

Añade que el sencillo homenaje que ahora se tributa a la noble e Hidalga Navarra, dándole el nombre de una calle soriana, es independiente del que en su día se tributará a la patriótica región española por su valerosa y decidida intervención en el glorioso Movimiento salvador de España.

Termina el Sr. Casado con viva a España, al Ejército Español y a Franco, que son contestados con indescriptibles ovaciones.

La Banda Municipal interpretó el Himno Oriamendi que el público escucho emocionado, repitiéndose los vivas a Navarra y a España.”